Hay libros que te
marcan de por vida aún y cuando en ese momento no estés consciente de ello. El
pasado jueves 7, falleció en el sur de Francia, a la fantástica edad de 102
años, el fotógrafo estadounidense David Douglas Duncan (1916-2018). Un libro de
sus fotografías, me empujó, por un lado, a interesarme seriamente en el trabajo
y vida de uno de los personajes que llegó a retratar con amplitud, y, por otro,
a despertar mi curiosidad por la capacidad testimonial de la fotografía. Por
supuesto que la primera vez que llegó este libro a mis manos, no sabía qué
decir sobre el atractivo que me despertaba, tal y como ahora, al enterarme del
deceso de su autor, puedo hacerlo al recordar los gratos momentos que pasé hojeándolo.
Hablo del libro Viva Picasso que fue publicado originalmente por Penguin-Putman, y
en su versión en español por Blume en 1980 como parte de las celebraciones del
centenario del natalicio del genio español (1881-1981). Se trata de una edición
de pasta dura con una selección de 152 fotografías de Douglas Duncan, la
mayoría en B&N que muestran, hasta donde en este entonces era posible y
ético, la vida privada, íntima, de Picasso en la famosa villa La Californie, en
Cannes, Francia, interactuando con quien era su mujer en ese momento, Jacqueline
Roque, con sus hijos y/o algunos de sus amigos más cercanos. Así como pasajes en
que se le ve concentrado en su quehacer creativo, o cómo, de lo cotidiano le
surgían las ideas que terminaban siendo un grabado, una escultura, o la
decoración de un plato cerámico.
Para 1956, Picasso ya era toda una
celebridad y había sido fotografiado por talentos como Man Ray (1933), Lee
Miller (1937) Cartier-Bresson (1944), (en 1957, Irving Penn obtendría uno de
sus mejores retratos, de Picasso y de su carrera como fotógrafo) y era precedido
por la fama de hosco y malhumorado con los desconocidos y más tratándose de
turistas y en especial norteamericanos. Con todo, Duncan, quien también ya era
un fotógrafo reconocido tanto por su trabajo como corresponsal de guerra como
por sus reportajes que publicaba regularmente en Life o National Geographic,
se aventuró hasta la reja de la entrada principal de la Californie, y diciendo
que era amigo de Robert Capa, pidió una entrevista con el maestro. Cual sería
su sorpresa al ser atendido por Roque y llevado de la mano hasta la planta alta
de la villa, a un cuarto de baño donde, metido en la tina, se encontraba el
mismísimo Picasso; de inmediato Duncan le pidió permiso para hacerle una
fotografía a lo que el pintor accedió de muy buen humor, sin chistar siquiera
(esta fotografía de Picasso en la tina, es probablemente una de las más
difundidas por lo que es, si no la más conocida de Duncan, sí una de ellas).
Así inició la amistad entre ambos, Douglas Duncan, incluso se mudó a la villa
para poder realizar mejor su trabajo que contempla, en esa primera etapa,
alrededor de 25,000 negativos.
Otro de dos libros de Picasso en que
también participó David Douglas Duncan, son Las
esculturas de Picasso de Werner Spies, publicado por Gustavo Gili en el
’71, y Cerámica de Picasso de Georges
Ramie, Ediciones Polígrafa, 1974,
que se centra en
el trabajo del maestro en su taller de Vallauris, Francia; nuevamente la
estrecha amistad que existía entre ambos, hace posible seguir, prácticamente
palmo a palmo, el proceso creativo, las horas de trabajo, la relación con los
artesanos del pueblo, las soluciones encontradas y las sorpresas que experimentaba
Picasso al abrir los hornos. Todo, durante el tiempo que vivió y creó en esta
población de la Costa Azul francesa (1947-1973), famosa, además y entre otras
cosas, por su cerámica, hecho del que Picasso se sirvió y ratificó con su obra.
DDD como también se le conocía,
formó parte de esa gran generación de fotógrafos de la Segunda Guerra Mundial,
encabezados por Capa, en la cual se encuentran, con idénticos méritos, Eugene
Smith, David Seymour, Yevgeni Khaldei, Joe Rosenthal, George Rodger y muchos
más. Duncan trabajó en particular en la llamada guerra del pacífico, esto es,
registrando los enfrentamientos entre el imperio japonés y la marina aliada, la
norteamericana principalmente. Su trabajo es puntual y comprometido, como el de
todos los de esta generación, y a pesar de que, unos más otros menos,
retrataron con puntualidad las atrocidades de los conflictos en los que
estuvieron envueltos, en todos ellos, también en mayor o meno medida, hay
siempre ese lado que busca ilustrar el dolor, la desesperación, el temor, el
cansancio, la solidaridad y el heroísmo de los que fueron testigos
presenciales.
Lo interesante en la mayoría de
ellos como con DDD, es lo que siguió en su carrera como fotógrafos. Salvo uno
que otro, el mismo Capa al que le costó la vida, permanecieron en el frente de
batalla, los demás buscaron otros caminos, casi siempre comprometidos con sus
comunidades, otros, como Duncan, quizás sin esperarlo, encontraron la
inmortalidad con otro tipo de trabajos. Todos, a no dudarlo, le deben a la
fotografía, cómo la entendieron y cómo la emplearon, el que hoy hablemos de
ellos como ejemplos preclaros de una profesión.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes210.wordpress.com
Imágenes (en orden de aparición) https://elpais.com
www.cadadiaunfotografo.com
www.claroentretenimiento.com
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