Fotografía y trabajo




A la Cineteca-Fototeca de
Nuevo León en su
 Vigésimo Aniversario


            
Este pasado domingo la Cineteca-Fototeca del CONARTE, celebró su vigésimo aniversario. Entre los eventos conmemorativos se rindió un más que merecido y justo homenaje a Alejandra Rangel Hinojosa. Es a ella a quien se debe la creación de ambas instituciones, la Cineteca y la Fototeca, y aunque fue su voluntad y convencimiento de lo acertado y necesario que era el dar un primer paso fundándolas, no fue ella sola quien lo logró, sino todo un equipo en el que confió y con el cuál se asesoró. Entre ellos, no quiero dejar de mencionar a Roberto Ortiz Giacomán, quien hizo todo lo que tuvo a su alcance por convencer a Rangel de fundar, aquí en la ciudad, una Fototeca.

            A veinte años de aquellos momentos, la Fototeca de Nuevo León, no sólo se convirtió en la segunda más importante del país, sino que llegó para transformar la producción, circulación y consumo de la fotografía en el estado. La historia de este medio, tiene, fuera de toda duda, dos momentos, antes y después de esta institución.

            Me he cansado de repetir lo dicho por Walter Benjamín sobre la fotografía como el inventó más moderno de todos. Me parece, por mucho, la metáfora más completa que se pueda hacer sobre el período de la Modernidad. Cumple con los ideales de la producción en serie, de la automatización o no intervención de la mano del hombre, y el de la (supuesta) neutralidad u objetividad, por tanto, de la confianza absoluta que se puede tener en lo que muestra.

            Estas características, se corresponden, a su vez, con tres fenómenos centrales de la época, el ánimo maquinista, el triunfo definitivo de la ciudad sobre el campo, y la emergencia de dos clases sociales tanto complementarias como antagonistas, la burguesía y el proletariado. Sin estos fenómenos, es difícil pensar que la fotografía se hubiera desarrollado como lo hizo a lo largo de aproximadamente 150 o 160 años. Al cambiar o ser modificadas estas variables, tanto las asociadas a la fotografía en sí misma (automatismo, seriación, objetividad), como las históricas (crecimiento de la ciudad, mecanización y presencia de nuevas clases sociales), queda descontextualizado y desfondado el sostenimiento de aquel invento, descubrimiento o como quiera considerarse a la fotografía. En otras palabras, al ser superada la Modernidad, es imposible mantener la creencia en la fotografía como lo fue en su origen; por el contrario, hoy día, es necesario pensar en otra cosa que no en esa fotografía tal y como se le conoció a lo largo de 150 o más años.

Lewis Hine. Power House Mechanic. 1920-21


            Estando asociada a los fenómenos centrales de su época, no es extraño que la fotografía haya privilegiado sobre otros temas, el de la ciudad y en ella o dentro de ella, el de los trabajadores, desde los grandes empresarios hasta los desarraigados o expulsados de los sistemas productivo-económicos. Quizás una de las imágenes más representativas de este ambiente sea la del anónimo trabajador de Power House Mechanic (1920-21) del fotógrafo norteamericano Lewis Hine. Mas si él representa a una clase obrera entregada no solo al quehacer manual sino a su convivencia con las máquinas, el mismo Hine, unos cuantos años antes, había mostrado también como es que esta unión sobre la que se levantó el mundo Moderno, tuvo tiempos de terrible injusticia como se puede ver en Sweeper and Boys in Lancaster Cooton Mills (1908), o sea, a través de la denuncia del inmoral trabajo infantil y sus interminables jornadas. De hecho, no olvidemos que el origen de este día, el Internacional del Trabajo, se debe, entre otras cosas, a los llamados Mártires de Chicago, quienes murieron precisamente por luchar a favor de la jornada laboral de 8 horas.

Lewis Hine. Sweeper and Doffer Boys in Lancaster Cotton Mills. 1908

            Monterrey también cuenta, hechas todas las salvedades del caso, con un fotógrafo consagrado casi por completo a retratar el mundo del trabajo a partir de la  actividad fabril más importante que tuvo la ciudad durante el siglo XX, la creación, desarrollo y culminación de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero, me refiero, por supuesto, a Don Eugenio Espino Barros, quien dio cuenta de la Fundidora, precisamente, en sus momentos de desarrollo y crecimiento más importantes. Sólo para el recuerdo: Guillermo Kahlo fue el fotógrafo encargado de registrar el nacimiento y formación de la Fundidora, siendo entonces Espino Barros quien continúo con esta labor hasta prácticamente el declive de la empresa.

Eugenio Espino Barros. Chimenea. 1943


            Qué tan importante y trascendente fue este mundo basado fundamentalmente en el trabajo mecánico, en todo el mundo, y en especial aquí en Monterrey, lo podemos comprender mejor, si comparamos algunas de las imágenes que nos regaló Espino Barros, por ejemplo, la de unos trabajadores parados sobre la gigantesca chimenea que habrán de montar, con la del bucólico trapiche, propio del mundo premoderno, artesanal, rural, tradicional. Algún día se contrastarán también esas imágenes del mundo mecánico, con las que nos muestren las radicales transformaciones que han sufrido nuestras formas de trabajo; dos mundos tan alejados entre sí como la cosecha de la caña y la operación de una máquina automatizada.

Eugenio Espino Barros. Trapiche.  s/f



Eugenio Espino Barros. Planta de fuerza. 1960

Publicado originalmente en Milenio Diario
Imagen: www.eitmedia.mx
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com








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