Uno de las mujeres (I de II)
La pregunta
formulada por Linda Nochlin en los años ’70 acerca de por qué no ha habido
grandes artistas mujeres, difícilmente, me parece, se podría llevar al campo de
la fotografía. Y es que, en este medio, desde sus inicios formales, la
presencia de mujeres fotógrafas ha sido más que la excepción, la regla. No me
malentiendan, no quiero ni siquiera insinuar que aquellas mujeres que han
decidido dedicar su vida profesional a este medio, hayan tenido o tengan mejor
suerte –reconocimiento, valoración, etc.--que sus colegas pintoras o
escultoras, no, por supuesto que a lo largo de la corta historia del medio, y aún
hoy, encontramos la misma discriminación, incomprensión y obstaculización que
en la pintura o cualquiera de las artes visuales y más allá de ellas incluso,
pero en comparación, de la cuarta década del siglo XIX a la fecha, la cantidad
de nombres que conocemos y reconocemos de mujeres productoras es mayor en la
fotografía que en cualquier otro medio visual.
De la inglesa Anna Atkins, quién
podría disputar el mérito de ser la primera en dar a conocer imágenes
permanentes obtenidas por medios fotoquímicos, a la mexicana Graciela Iturbide hay
una amplia historia de mujeres a lo largo y ancho del planeta que han
contribuido a nuestra compresión del mundo, de quiénes somos y quiénes los
demás. Casi resulta innecesario decir que esta historia de la que hablo,
presenta los mismos errores y descalificaciones que otras historias del arte,
es decir, por lo general se deja la presencia de las fotógrafas a un segundo
plano, en relevo de sus pares masculinos (son hijas, esposas, o amantes), no
acabamos de conocer a todas las que se han dedicado al medio (sin duda la
nómina es desigual de país a país y de región en región) y menos aún tienen el
mismo reconocimiento que sus colegas hombres. No obstante, una de la
consecuencias que tuvo el cuestionamiento de Nochlin, fue, precisamente, el
haber despertado la necesidad de revisar la historia del arte que se había
escrito hasta entonces, y, a partir de ahí, rehacer los caminos que habían
quedado desatendidos, uno de los cuales es este, el de la historia de las
mujeres, o mejor dicho el de la participación de las mujeres en los diversos
campos de la producción simbólica visual: de la pintura a la cinematografía y
la imaginería digital.
Nuestro país no escapa a nada de lo
apuntado, por fortuna ha habido importantes avances en el conocimiento,
reconocimiento y apreciación de las mujeres de y en México dedicadas a la
producción fotográfica. Dos de los más recientes estudios en esta línea son el
libro de José Antonio Rodríguez Otras
miradas. Fotógrafas en México, 1872-1960, del 2011 y la investigación de
Emma Cecilia García Krinsky Mujeres
detrás de la lente. 100 años de creación fotográfica en México, 1910-2010,
de hace tres años y que tuvimos oportunidad de ver en la Fototeca del Centro de
las Artes. Gracias a estos trabajos y algunos más tenemos una historia de la
fotografía más completa al incluir a las profesionistas del medio; es así que conocemos
los nombres y obra de personajes como Margarita Henry, María Guadalupe Suárez,
o Claudia H. González, o los más recientes, ya en siglo XX, de María
Santibáñez, María Amparo Hernández o Rosa Rolanda. No obstante, todos los
investigadores coinciden en que aún falta mucho por indagar y escribir, en
especial en lo que toca a la investigación en los estados.
En nuestra ciudad, por supuesto no
hay investigación es este ni en otro sentido, pero también es verdad que desde
los 60’s que podríamos decir es el boom de la fotografía en Monterrey, ha habido
y hay, un buen número de mujeres dedicadas al medio; hoy en día, incluso, yo me
atrevería a decir que por cada pintora hay 3 o 4 fotógrafas, tendencia, me
parece, no coincide entre los varones. Nombres como los de Cristina Fernández
(cito de memoria, por lo que pido excusas por las omisiones que de seguro
cometo), Luz María Vales, Gloria Collado, Nora I. Gómez, Yolanda Garza, Ruth Rodríguez,
Mónica Menchaca, Selma Fernández, Conchita Benavides, Adriana Vázquez Ornelas,
Loreto Villarreal, Veronique Chapuy, Aline Katimi Coindreau, Ana Carolina
Camarena, Clarissa Collenzi, Dulce Lozano Pepi, Elvia Mante, Lorelei Romero,
Natalia Rodríguez, Victoria Fava, Teresa Rodriguez e Irasema Garza, entre otros
tantos, forman parte de una comunidad, mujeres y hombres, que busca mayores
oportunidades y espacios donde aplicarse profesionalmente y dar a conocer su
trabajo.
Repito, no creo que en este campo
–el de la historia de las mujeres fotógrafas, o simplemente el de una historia
del arte incluyente—hayamos iniciado, en cambio, sí creo que en él hay
importantes ventajas como para no atenderlo. En primer lugar, como en casi
todas las manifestaciones simbólicas en Monterrey, se trata de una historia
reciente en la cual se cuenta aún con fuentes de primera o segunda mano.
Igualmente, ya lo decíamos al principio, hay cantidad de participantes por lo
que también hay más información tan sólo es cuestión de que haya voluntad para
emprender la tarea, que como todas las que tienen que ver con la cultura, es
indispensable para el sano desarrollo de una comunidad.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
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