Algo sobre la bandera

Antonio Ruiz, el Corzo. El desfile cívico, 1936



 El día de ayer, recordaremos, celebramos un aniversario más de la bandera nacional (el 204 para ser precisos), esta, la bandera, junto con el escudo nacional y el himno son los símbolos externos básicos que sirven para definir la identidad de los mexicanos (obviamente hay muchos más que cumplen idéntica función y quizás de mejor manera, pero estos son los oficiales y púbicos).

 Dada la importancia que se les otorga, no sería nada extraño encontrarlos repetidamente en las obras de arte; incluso, siguiendo esta misma lógica, no sería nada extraño que su empleo, frecuente e indistinto, hubiera servido de anclaje para el desarrollo del arte nacionalista junto a otras variables rescatadas también por nacionalismos de otras latitudes, pero ¿hasta qué punto se refleja la realidad en ello? 

 Nuestra bandera nace con el triunfo del ejército Trigarante y el Plan de Ayala (1821) lo que significó la independencia de nuestro país de España. A la caída de Agustín de Iturbide (1823) quien había promovido y apoyado la idea de tener una bandera tricolor, el Congreso de la Unión decidió conservarla como bandera oficial aunque introdujo algunos cambios que permanecen hasta nuestros días: por ejemplo la verticalidad de los tres campos de color, los colores en sí mismos (verde, blanco y rojo), y la substitución del águila imperial (de frente) que antes ocupaba el lugar del águila mexica que está de perfil y sostiene en una de sus garras una serpiente. 

 Cambios menores acompañaron este modelo de bandera hasta 1940, 24 de febrero, fecha en la que el entonces presidente Lázaro Cárdenas designa este día como aquel en que oficialmente se rindan honores a la bandera símbolo. Creo que esta historia, que no deja de ser medio lánguida, es la responsable de esa falta de eco de la imagen en otros medios y pesar de ello, vuelve una y otra vez a su reproducción, siempre que se quiere insistir en el carácter nacionalista del tema en sí mismo de su reproducción. 

 A pesar de lo que se dice y de que sea común pensar en que un arte nacionalista toma como punto de partida esta clase de símbolos, en nuestro caso, por lo menos durante, el primer nacionalismo mexicano, es decir de los años ‘30 a los 50’s aproximadamente, no hay tal uso excesivo de la bandera, a pesar de que como se dice --lo cual es obvio-- que no hay nada más mexicano que su bandera. Por ejemplo. Diego Rivera, del cual bien se podría esperar un uso casi frenético de estos símbolos, no sucede así, solo aparece una sola vez en un mural, el de Sueño de una tarde de verano en la Alameda Central (1933-46) y como se ve ya es tardío su uso. 

En cambio, comparemos esta pieza con la Marmota herida de 1973, más de un cuarto de siglo después, de Enrique Guzmán para reparar en que el símbolo ha sufrido una transformación, más que símbolo o además de símbolo se ha convertido en manos de los llamados Neomexicanistas, en un distintivo, imagen mucho más concreta y precisa que un símbolo que puede ser intelectual y ópticamente más complejo. Podríamos decir que así como tantas otras cosas han mutado para ajustarse a las condiciones culturales actuales, los símbolos pierden su aura de antaño y solo pueden volver a ser reutilizados como objetos de consumo.

Publicado en Milenio Diario
Imagen: facebook.com/photo

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