Tiempo y suceso
Giotto di Bondone. Natividad.1303-1305
Hace una semana decía que para mí el verdadero milagro de la Gudalupana, no son tanto sus apariciones, como, por una parte, la perdurabilidad del sentimiento que provoca, la fe en la gracia concedida por la Virgen, y por otra, como consecuencia, el número, que parece nunca disminuye, de sus creyentes en todo el mundo, en especial, como sabemos, en nuestro país. En otras palabras, el milagro consiste en que permanece, se mantiene, un número creciente de personas que creen, por las razones que fuera y de las más diversas formas, o dan por cierto el privilegiado encuentro entre María y Juan Diego en 1531, y para colmo, fenómeno, que admite, como pocas otras figuras religiosas, multitudinarias manifestaciones populares de culto.
Con todo y lo extraordinario que pueda ser el Guadalupanismo, hay que decir que no es único, ni dentro de la propia religión católica (ca. Lourdes; Fátima), como entre otras, con días también señalados como fundamentales, en especial en aquellas que mayor número de creyentes congregan, por ejemplo, el Ramadán, en el islam, o el Festival de Luces, en el Hinduismo, religión practicada en la mayoría de los países asiáticos, la India y Nepal.
En conjunto formarían parte de otra clase de pensamientos, o como propusiera A. Maslow (1943), de necesidades secundarias.
Hay algo, entre las mujeres y los hombres, que nos lleva, no solo, a creer en algo sobrenatural o en un mudo espiritual y trascendente con sus propias reglas y normas, sino que entre más se remonte en el tiempo más visas tendrá de auténtico o verdadero, de aquí que exista un número considerable de intentos por recuperar, reavivar, volver a circular, antiguas creencias, por ejemplo las prehispánicas.
Dentro de este grupo, quizás destaque, de entre todas las demás, el evento que hoy festejamos, el nacimiento de Cristo Jesús, del nuevo Mesías que habrá de venir a juzgar, por igual, a vivos que muertos, de este o aquel país, de esta y todas las edades y creencias a fin de establecer en la tierra, como está profetizado en el Nuevo Testamento, el reino de Dios.
Después de más de dos mil años, este evento, cuya historicidad está relativamente probada, es decir, la existencia, digamos terrenal, material, de un personaje semejante al descrito en los textos sagrados, es algo que históricamente puede probarse, al igual que la presencia de Juan Diego, a lo que la historia no se compromete es a probar, a testimoniar, el proceso mediante el cual apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe en la tilma del santo, ni los milagros, mucho menos, la resurrección de Jesús, tres días después de su crucifixión y deceso.
Con tales reservas, que no son de ahorita, sino históricas, cabría esperar que la vigencia y creencia de estos hechos y narrativas hubieran ido disminuyendo hasta dejar de operar, más lo sorprendente es exactamente lo contrario, el paso del tiempo, quizás haya hecho disminuir el número de creyentes, pero ni ha hecho flaquear la creencia, ni a exigir pruebas documentales que apoyen la existencia real de lo que se cuenta.
Diríase que el fundamento histórico, filosófico, ideológico con que se les dotó, ha sido lo suficientemente sólido y flexible, heterodoxo y moderno, rey y plebeyo, como para soportar el peso de tantos años y los que están, sin duda, por venir. Nuestras festividades no son más que gotas de agua en el mar de la historia de las religiones
Publicado en Milenio Diariio.
Imagen: www.wiki.es
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