Tema en permanente discusión
No tenemos muy claro cómo es que desde la antigüedad hasta digamos el siglo XVIII, se mantiene vigente una especie de alfabetismo visual que permite tanto la existencia de una comunidad de temas y contenidos, como el que estos se sigan repitiendo, sigan siendo demandados por patrones y, cuando se llegan a ver en público, sean ampliamente asimilados, comprendidos. De esta situación me interesa, por ahora, no tanto la resiliencia del catálogo religioso y civil de dónde se tomaban los motivos a pintar o esculpir, sino cómo o por qué eran comprendidos –supongo—por aquellos que los llegaban a ver plasmados en el lienzo o en la piedra.
Digamos que a partir del XVIII (es solo una especulación), al irse haciendo más compleja la sociedad y cultura occidentales (por ejemplo, por los viajes de exploración; el contacto más frecuente con oriente; el comercio internacional; la marcha de la Revolución Industrial; la muerte del llamado Ancien Régime; la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, etc.) fueron apareciendo y demandados nuevos temas o, quizás, que simplemente dieran fe de lo que estaba ocurriendo, ya no en la historia, la mitología o las costumbres locales.
Se gestaría entonces un fenómeno por demás interesante y que únicamente se le puede atribuir a la Modernidad: Las llamadas obras de arte, en general, pasan por un proceso de democratización que las arrancará definitivamente de las manos de sus antiguos patrones para dejarlas a merced de la oferta y la demanda, en tanto que, simultáneamente, el público que podía decir entendía de qué se trataba una pintura o escultura, empieza a ser refractario a lo que se le presenta; primero se le insta a fijarse en los aspectos formales (Impresionismo) para comprender y valorar una pieza. Después se dirá que las obras son tan complejas como la vida misma, en lo individual, como en lo colectivo, por tanto, no hay una lectura única o de validez universal, sino que cada espectador ha de encontrar el sentido que tiene para él y solo para él un determinado objeto.
Entre otras tantas consecuencias de estas transformaciones, aparecerá una especie de analfabetismo visual.
Dicen en política que espacio que queda vacío, espacio que se ocupa de inmediato, lo mismo sucedió en la narración que venimos haciendo. El analfabetismo que creó el arte Moderno (me refiero, a la mayoría de la población), el espacio que así se abrió, fue de inmediato ocupado por formas menos complejas, aunque parientes lejanas de aquellas, nuevas formas de arte popular, o de ahora en adelante llamado arte para las masas, fueron colmando las expectativas y necesidades estéticas de la mayoría. La pintura fue substituida por la fotografía y el cine (más adelante la TV), por el comic en todas sus variantes, la escultura por el diseño industrial. Todas estas nuevas formas tendrán en común su gran capacidad de comunicación, de empatía con un público que había sido expulsado del terreno del Arre.
Estas transformaciones, que son mucho más complejas que lo que aquí se puede mencionar, trajeron consigo el nacimiento de la sociedad en que reinará (?) el Homo Videns de Giovanni Sartori. La interrogación se refiere a que no está claro si será el hombre en general el beneficiado por este mundo de imágenes que día a día se ensancha o solo beneficiará a unos cuantos, aquellos que sean capaces de leer correctamente las imágenes con las que deben convivir, prácticamente, todos los días de su vida.
Es aquí donde resalta, al menos eso creo, la importancia de la alfabetidad visual. Es decir, ante el aumento de imágenes con las que tenemos que tratar, es necesario que aprendamos qué es lo que cada una de ellas quiere decir, tanto explícitamente, formalmente, como implícitamente, su mensaje; su comunicación explícita y la oculta, la que moldea y a la vez esconde con las formas que les dan a los mensajes, que no son otra cosa que las imágenes.
Si seguimos mal atendiendo este tema, no tardará mucho en que se convierta en un problema, uno similar a los que se tuvieron en las épocas en que los iletrados eran mayoría.
Publicado en Milenio Diario
Imagen: albedomedia.com
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