Actualidad de temas II

El Greco. Natividad. 1605



 Felices fiestas 

 No sé cuántos de ustedes se habrán preguntado, o incluso percatado, no de la desaparición de ciertos temas, sino de su nulo tratamiento en las artes plásticas modernas y contemporáneas. Me refiero aquellos que son tomados, por ejemplo, de la Biblia, de la historia sacra, o, igual, de momentos importantes para la historia civil, o enseñanzas universales (la verdad, la justicia, honradez, etc.). 

 La semana anterior me referí a dos posibles motivos que pueden explicar esta situación. Por un lado, tenemos un desplazamiento del interés por los contenidos a favor de las formas, lo que provocó que los creadores primero y después el público, al menos el especializado, centraran su atención en el desarrollo de las formas olvidándose de los temas, los cuales, incluso, llegaron a considerarse un estorbo o distracción para la aprehensión de las formas que iban surgiendo. En pocas palabras, en un momento dado, empezó a considerarse más importante cómo se decía algo que lo que se decía. 

 Como consecuencia de este cambio en el acento que fueron adquiriendo las artes plásticas (las occidentales por lo menos) y ante la casi imposibilidad de adaptar las nuevas formas a los temas tradicionales, conservando su mismo espíritu (no me imagino una Huida de Egipto Suprematista o Neoplasticista) o viceversa, es decir, aquellos contenidos que habían entretenido a los artistas durante siglos a las exigencias de las Vanguardias, por ejemplo. Así pues, van apareciendo y adquiriendo primacía cuestiones que más bien atienden al individuo antes que a su comunidad, a la percepción personal que a la colectiva. En otras palabras, los grandes contenidos del pasado van a ir siendo desmantelados y en su lugar esos contenidos se vuelven personales, cuando no son las mismas formas el nuevo contenido (por ejemplo, el arte abstracto). Lo individual y particular, se impone a lo general o universal.

 A estos cambios hay que sumar también los que se fueron dando a nivel comercio y compradores, y público en general. Este último –el público en general—pasó, igualmente, a ser un recuerdo del pasado, pues la producción que se iba dando cada vez más se enfocaba en un público u observador especializado, capaz de seguir, entender y/o asimilar los argumentos teóricos, igualmente especializados, que iban surgiendo para acompañar el desarrollo de las formas. Y, en cuanto al comercio y los compradores, se pasa de una situación de dependencia a los poderes de la(s) Iglesia(s) o antiguas monarquías a las variables de la anónima oferta y demanda, que ponen como fin de su máxima valoración a la novedad. 

 En el fondo, si ponemos atención, estamos hablando de una de las muchas transformaciones que se dieron al entrar en la era Moderna y que persistieron en el tránsito a lo Contemporáneo, a nuestro momento actual. 

 Ahora bien, en ningún momento quiero negar y/o dejar de valorar la existencia de un arte religioso o que aborda temas relativos a un culto religioso, como tampoco puedo decir que han desaparecido esfuerzos que buscan emular al muralismo mexicano, o cómo olvidar, en las últimas décadas del siglo XX, al Neo-Mexicanismo, que renovó (?) el discurso nacionalista o una versión de este, pero que concierne, de una u otra manera, a los habitantes de este país. 

 A lo que me refiero es a que no se han vuelto a desarrollar temas que tengan un significado universal, que lo mismo signifiquen para el poderoso que para el más pobre, que le digan lo mismo al exitoso, que al que padece fracasos, que entienda lo que está ahí plasmado y le parezca valioso independientemente de su raza, sexo, condición social, motivo más que suficiente para que cultive su seguimiento, su aprecio. 

 Quizás esto es lo que esperamos, hoy día, del arte, quizás lo hemos convertido en otra cosa que jamás fue, quizás lo hemos puesto en lugar de o nos ha servido para substituir lo que en verdad fue y es valioso.

Publicado en Milenio Diario
Imagen; historia-arte.com

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