Historia Patria e imágenes

María Candelaria. 1943

 Una imagen dice más que mil palabras, reza el dicho, que, por esta ocasión, daremos por bueno, ya que nos interesa subrayar el papel que juega la imagen en la construcción de historias, sean de identidad, míticas, o fundacionales. La intervención de las imágenes en estos procesos no es de ninguna manera nueva, sino que puede rastrearse sin mucha dificultad hasta los principios de las antiguas culturas, primero entre las agrícolas y recolectoras, después entre las cazadoras y guerreras. 

 Que las imágenes están indisolublemente unidas a los procesos identitarios, individuales y colectivos, incluso es fácil de ver hoy en día, logotipos, marcas y/o emblemas de todo tipo están presentes en un sinnúmero de actividades que desempeñan individuos, grupos o asociaciones que van desde las capas altas de la sociedad hasta cubrir todos los estamentos de la cultura Pop. 

 En el caso de nuestro país esta clase de fenómenos sociales se ha estudiado desde hace tiempo, recordemos, por ejemplo, el valioso libro La guerra de las imágenes de Serge Gruzinski (FCE 1994) en el que se hace un seguimiento del enfrentamiento entre dos sistemas de visualización o de uso de las imágenes (el Occidental de los conquistadores y el Americano de los nativos), cómo acaba uno por imponerse y qué consecuencias trajeron consigo estos enfrentamientos. Sabemos, pues, que antes de la llegada de los europeos ya había una narrativa epopéyica, mitológica, cosmológica, histórica, que se valía de imágenes para los procesos identitarios y que esos usos y costumbres se adaptaron, mutilaron, se bastardearon o simplemente desaparecieron para que naciera una nueva narrativa que daba paso a los mismos procesos de identidad y de origen, pero cambiando sustancialmente el tipo de imagen empleada.

 El primer gran ejemplo de cómo han funcionado estas imágenes en nuestro caso, lo encuentro, por supuesto, en la imagen de la guadalupana. Si así se quiere ver, se trata de un caso bastante claro, de entrada, de sustitución de imágenes, para después pasar por distintos momentos en que fue siendo instrumentalizada hasta convertirse en la Emperatriz de México y posteriormente en la imagen incuestionable de la mexicanidad, aquella con la que todos nos identificamos por ser mexicanos y ella la más mexicana de todas las imágenes. Desde entonces nuestra historia patria oficial está plagada de este tipo de imágenes, por supuesto unas de peso completo, otras de peso menor por pertenecer y mantenerse en espacios locales. Hace tiempo se decía que nuestra historia patria era de piedra y metal, por ser estos los materiales con que están hechas la mayoría de esculturas conmemorativas. En este sentido, quizás la imagen que le sigue a la mariana sea la de Benito Juárez, no hay ciudad, pueblo o caserío que se sienta importante sin una escultura, en piedra o metal, del benemérito de las Américas, aunque sea solo de su cabeza. 

 No estoy muy seguro acerca de qué fotografías pudieran participar de estos procesos. Existen, desde luego, imágenes que llegan a convertirse en icónicas, Pancho Villa y Zapata en la silla presidencial, el retrato siniestro de Victoriano Huerta, que contraste con el sereno de Zapata, sin ser ninguna de ellas esenciales en los procesos de identidad, más lo serían, creo yo, los bucólicos paisajes de Gabriel Figueroa, las caracterizaciones del Indio Fernández, impolutas mujeres como Dolores del Río o Blanca Estela Pavón, o de los hijos de la tierra, como Pedro Armendáriz, Pedro Infante o Ignacio López Tarso, quizás porque lejos de ser personajes de carne y hueso, representan modelos, arquetipos, seres irreales e ideales que son los que se necesita para construir una identidad, en tanto que los vivos tarde que temprano muestran sus flaquezas en todo su esplendor, pero quién dudaría de un Tizoc, de un Lorenzo Rafael o del taimado Macario. 

 Si nuestra identidad como mexicanos, si nuestra historia patria está en parte representada por estos ejemplos (me imagino que lo mismo ha de suceder en Francia y en la India, en la república Checa y en Mongolia), el siguiente paso que habría que dar sería estudiar cuáles son sus consecuencias y qué procesos tiene para la sustitución de imágenes, pues cada época crea las suyas propias que luchan por imponerse.

Publicado en Milenio Diario
Imagen: youtube.com

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