Historias marginadas


 Madame Yevonde. Autorretrato con cámara One Shot Vivex. 1937

Este mundo en el que vivimos es tan perfecto que hasta parece producto de meticuloso diseño. A la tierra llega una cantidad permanente –aunque no constante—de radiación electromagnética, que se ve filtrada por las distintas capas de gases que nos rodean, y que van a impactar, se van a reflejar, sobre miles de superficies vegetales, minerales, acuosas e incluso corporales. El ojo (hablamos únicamente del humano en este caso), a vez, posee una serie de estructura anatómicas ópticas, químicas y eléctricas, que le permiten bajo distintas condiciones de luz reconocer e identificar esos miles de colores con los que convivimos, la mayoría de nosotros, todos los días. Es por esta exquisita combinación de factores que nuestro mundo es de colores y nosotros podemos verlos. 

 Desde que nos bajamos del árbol las representaciones de los mundos que nos conciernen–físicos y espirituales, materiales y emocionales—han sido a color (¿podría ser de otra manera?) y de millones de colores más hemos llenado nuestras iglesias, casas, palacios, museos, galerías, hoteles, oficinas, etc., siempre representado al mundo físico al que solo conocemos –la mayoría por supuesto—en color. Nada extraño es, por tanto, que así haya sido nuestra historia del arte, hasta principios del siglo XIX en que, también por una afortunada combinación de personalidades, conocimientos, técnicas, procesos y aspiraciones, se reproduce la primera imagen del mundo exterior sin intervención de la mano del hombre, el Daguerrotipo, que, dependiendo como se quiera ver, nace venturosamente o de forma defectuosa sin color, más bien producto de una sucesión de grises. 

 De entonces a la fecha hay una larga y fascinante historia de cómo la fotografía, del Daguerrotipo en adelante, ha buscado la manera de representar el color natural de las cosas, pero también de su lucha por ser aceptada –la fotografía a color—digamos que, como obra de arte, más allá de los ámbitos comerciales y publicitarios. Recientemente, la National Portrait Gallery de Londres inauguró la exposición Yevonde: Life and Color, destinada al rescate de la vida y obra de Yevonde Philon Cumbers, una fotógrafa y activista inglesa activa durante la primera mitad del siglo XX, de hecho, fue su activismo lo que la llevó a la fotografía, de la cual quedó enamorada a partir de 1910. Destacó, principalmente, por sus retratos a color –cuando el color no era una moda--, en oníricas y atrevidas composiciones que la acercan a los surrealistas. 

 Lo interesante de estos dos temas, el de la fotografía en color y el de Madame Yovonde (como sería mejor conocida la fotógrafa), es que se trata de historias que prácticamente pasaron la mayor parte del siglo XX al margen de las corrientes institucionales más influyentes. Madame Yevonde, a pesar de haber sigo una afamada retratista en su momento, por ejemplo, en 1932 tuvo su primer exposición individual en la galería Albany en Mayfair, Londres y tan sólo cinco años después fue invitada a una muestra colectiva organizada por el MOMA de Nueva York, no sobrevivió al impuso y promoción de sus colegas masculinos y poco a poco fue eclipsándose hasta su muerte en 1975, no sin antes haber donado su archivo precisamente a la institución que ahora le rinde merecido homenaje. 

 En su caso se conjugan dos marginaciones, el de ella por ser mujer y el de la fotografía a color. No deja de llamar la atención esta combinación pues resulta perfecta para ignorar a un buen número de productoras que incluso fueron pioneras en su campo, como este es el caso, ya que Yevonde hizo del proceso Vivex, una difícil y complicada técnica de impresión tricromática, el medio por el cual daba a conocer su obra. Por otro lado, no ha sido sino a partir de los años 70 con las exposiciones de William Eggleston y Steven Shore en el MOMA, que se ha ido revalorado la importancia del color en la fotografía. Dos causas marginales pues, pero que por fin ahora y gracias a los nuevos enfoques historiográficos y estéticos, pasarán a enriquecer la historia del medio más moderno como Walter Benjamin, gustaba llamar a la fotografía.

Publicado por Milenio Diario
Imagen: Reseñas Aperture, julio 7, 2023

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