Los otros
Kwane Brathwaite. Sikolo Brathwaite, 1968.
Mal entendida, me parece, la globalización no es, ni con mucho, el peor de los males que tenemos que enfrentar; ni amenaza, ni arma para sojuzgar, es más bien un lento proceso que es imposible pensar, en términos planetarios, que nunca sucedería. Tarde o temprano nos hemos ido haciendo conscientes de que esta es la carretera por la que transitamos y que salirse de ella o hacer un alto en el camino, puede significar un gigantesco retroceso que solo ahonde las diferencias entre países que, irremediablemente, tendrán que convivir.
Hay dos aportes, entre otros tantos, que la globalización ha hecho, creo yo, a la cultura y las artes. En primer lugar, el reconocimiento de las arbitrariedades que el Occidentalismo y la cauda de males que acarrea, causaron en la historia mundial por lo menos a lo largo de los últimos 20 siglos, reconocimiento que, por desgracia, aún hoy día no ha sido plenamente aceptado. No obstante saber que no somos el centro del universo, que no hay una raza dominante, que nadie nace para servir a otro, que no se pueden imponer creencias, valores y criterios, que hay una diversidad de puntos de vista y que todos son posibles y válidos, que este es el único mundo que tenemos, que somos simplemente huéspedes en él y que debemos compartirlo con muchas otras especies, nos ha permitido, cada vez más, conocer, reconocer, aceptar y valorar a los que no son como yo, es decir, a todos los otros. El conocimiento y la vivencia de los otros –por ponerlo en términos genéricos—trajo consigo, como aporte complementario, la seguridad de que lo que cada cultura, grupo, etnia, sexo, entrega, primero a su localidad, después a la cultura global, potencia la riqueza que juntos somos capaces de construir, por sobre cualquiera individualidad que se pretenda superior.
Como ejemplo de cómo opera el reconocimiento del otro y las consecuencias que trae consigo, no es necesario ni remontarnos en el tiempo, ni cambiar de continente. Allá por los años 60 del siglo pasado, por extraño que para algunos pudiera parecer, la segregación racial en los Estadios Unidos era la cruel realidad de todos los días. Si hoy día en algo se ha modificado esta situación se debe a los esfuerzos de muchos por dar a conocer al otro. Uno de ellos fue el fotógrafo norteamericano recién fallecido Kwame Brathwite (1938-2023), fotógrafo no solo de las grandes y más importante estrellas del Jazz, sino, principalmente, porque buena parte de su vida y carrera la dedicó a promover el concepto Black is Beautiful; mucho de lo que hoy conocemos de la música, la cocina, la moda en que participan de manera sobresaliente afroamericanos (as), se debe a su incansable labor, al hecho de haberse dedicado a dar a conocer al otro y al reconocer que Black is Beautiful, al hacerlo, al poder verlo físicamente -en la fotografía, en el vídeo, en el cine--, todos ganamos, todos nos enriquecemos.
En mi caso, la posibilidad de conocer al otro sin necesidad de grandes desplazamientos y aprovechando las ventajas que da la fotografía, he tenido oportunidad de ver (en muchos casos físicamente) el trabajo de productores(as) a los que de otra manera sería muy difícil acceder, lo mismo a mí como a muchos más. En la misma línea de la globalización, los fotógrafos que citaré a continuación (y que son solo un ejemplo de algunos más que podría mencionar) me han interesado porque sin renunciar a sus raíces culturales, las han trascendido al conjuntarlas con lo que ven y conocen de otras tantas culturas a las que no forzosamente conocen y comprenden mejor. Me impresionan, por ejemplo, las fotógrafas iraníes Shrim Neshat (1957) y Fátima Zohra /1997). Me interesan, en particular, no solo por lo buenas fotógrafas que son, sino porque sus imágenes son el resultado de una mezcla entre denuncia de la situación de la mujer en su país, su sensualidad y la lucha diaria por su visibilidad en un país que, precisamente, les niega esa posibilidad.
El chino Yang Fudong (1971), artista conceptual, emplea la fotografía como parte de su quehacer, generalmente inicia con recortes de anuncios, revistas viejas, álbumes familiares para crear una serie de collages e impresiones que tienen que ver también tanto con la denuncia como con la vida cotidiana. Fiel a su tradición cultural, el uso que hace del papel, lo lleva a presentar obras de finísima manufactura.
Finalmente, un par de fotógrafos africanos Saidou Dicko (1976) y Delio Jasse (1980). Sus fotografías son tan exóticas, tan extrañamente conocidas y muchas veces tan chocantes que me llevan a ver una África de la que no sé absolutamente nada, o, mejor dicho, de la que solo sé que tienen otra estética, otra manera de ver, asimilar y acomodarse en el mundo contemporáneo que me resulta, por radical, totalmente atractiva. Conocer a los fotógrafos que he citado, creo yo, ha enriquecido mi idea de la fotografía, para qué sirve y qué nos ofrece.
Publicado en Milenio Diario
Imagen: mujerhoy.com
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