¿Ética en la actualidad?

Amber Bracken. Canadá. Para el NYT. Kamloops Residential School.2021

 Desde hace 181 años la fotografía forma parte creciente de nuestra cotidianeidad, amén de jugar un importante papel en los campos del espectáculo, los negocios y la información. Por esta razón es que resulta contradictorio que apenas se diera a conocer cayera sobre ella la pesada sombra de la sospecha. Al asombro inicial provocado por la perfección y exactitud en la reproducción de la realidad, le siguió de inmediato, la sospecha de no decir toda la verdad, de alterarla, o peor aún de fabricarla. Fotógrafos de todo el mundo se dieron a la tarea de probar las acusaciones que se le hacían, o, bien, mucho mejor para ellos, de sacarles provecho.

 Lejos de haber borrado a lo largo de los años la duda inicial sobre la veracidad de la fotografía, o, mejor dicho, de la imagen resultante del proceso fotográfico, hemos entrado en una etapa en la que no solo se consiente este rasgo a través de la post-verdad, sino que tiende a magnificarlo (Photoshop y otros programas para manipular imágenes) e incluso a substituirla por algo aún menos veraz, la hiperrealidad. Defender la reproducción objetiva que suponía la fotografía, hoy día parece una soberana tontería o una lucha que de antemano se sabe perdida. La fotografía en nuestros días es, al mismo tiempo, el elemento fundacional de nuestra cultura basada en la imagen, y el enemigo malo al que hay que combatir y denunciar en cuanta oportunidad se tenga. Los múltiples estudios de un Joan Fontcuberta, por ejemplo, son un buen ejemplo de esta situación. 

Es por todo lo anterior que no deja de llamar la atención una declaración como con la que me topé estos días, en el sitio del World Press Photo: “How can we trust images? Photography is always a social construction that makes a particular representation of the world. But when we want pictures to record and inform us of the events, issues, people, and viewpoints across the globe, high standards on ethics, accuracy and manipulation have to be set. We believe in the importance of our verification process and of providing the context and stories behind photographs.” (“¿Cómo podemos confiar en las imágenes? La fotografía es siempre una construcción social que hace una representación particular del mundo. Pero cuando queremos que las imágenes registren y nos informen sobre eventos, problemas, personas y puntos de vista en todo el mundo, se deben establecer altos estándares de ética, precisión y manipulación. Creemos en la importancia de nuestro proceso de verificación y de proporcionar el contexto y las historias detrás de las fotografías.”/Traducción mía). 

 Nadie más adecuado, me parece, que una institución como la World Press Photo para hablar de estos temas (en realidad se trata de una fundación sin fines de lucro con sede en Ámsterdam, creada desde 1955 por un grupo de fotógrafos independientes. Es reconocida mundialmente por ser la entidad que otorga anualmente el mayor y más prestigioso premio a la fotografía de prensa). Y aunque esta declaración no es una defensa a tope sobre la veracidad de la imagen fotográfica, sí deja entrever que son estas imágenes (las fotográficas y de entre ellas las de prensa) las que apoya y premia. El no sumarse a la sospecha general sobre la manipulación de las imágenes, se basa en tres criterios, el primero, que me parece fundamental, es el alto nivel de ética que se les exige a los fotógrafos; sus procesos de verificación de las imágenes que están viendo; y el que cada una de estas fotografías va a acompañada de una historia y un contexto específico que permiten su mejor comprensión y/o lectura. 

 Como lo subrayo más arriba, en lo personal, me parece lo más valioso de la actitud que asume el WPP con respecto a los cientos de imágenes que año con año les son remitidas para concursar en alguna de las 9 o 10 categorías en que las clasifican, sea la ética con la que suponen actúan estos fotógrafos (ojo hablamos únicamente de los de prensa). Seguro estoy que están conscientes de que habrá mucho material falso entre lo que reciben, imágenes construidas con el fin de ganar un premio o desprestigiar a algo o alguien, de ahí que, nada ingenuos, también ejerzan los otros dos controles. Lo importante, en todo caso, es que no debemos perder la fe en que son estas fotografías las que nos proporcionan una imagen informada de qué, cómo, por qué y con quién, pasan las cosas del mundo. Perder esta creencia sería caer en el nihilismo que, según dicen, ya caracteriza a nuestra época.

 Educar a nuestros periodistas y demás informadores bajo los más altos estándares de ética debiera se el objetivo de nuestras escuelas y universidades, para que ellos, en el ejercicio de su profesión, lo repliquen, reconociendo que antes que el valor económico, político y social de una imagen, cualquier imagen, está su valor como vehículo capaz de informar verazmente.

Publicado originalmente en Milenio diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen: worlpressphoto.org

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