Fantasía y fotografía

 

Manuel Álvarez Bravo. La señal. 1967


No creo ser el único al que le gustan y/o interesan trabajos como los de Duane Michals, Sandy Skoglund, Mario Ermoli, David Lachapelle, o algunas de Ellen von Umbert; lo que me atrae de sus fotografías, como las de algunos más, es la manera en cómo, gracias al medio, son capaces de ofrecernos imágenes rebosantes de imaginación que retan—ese es su principal atributo—a los hechos que llamamos reales. Peces suspendidos en el aire como si fuera su elemento vital, sombras angélicas que conviven con nosotros, cuerpos que se transforman en flores, mares que se abren al paso de hermosas mujeres, parejas que se funden en una sola forma, son, solo por mencionar rápidamente, algunos de los efectos que me vienen a la mente al hablar del género. 

 Sin embargo, vale la pena distinguir este quehacer de lo que podría ser la fotografía fantástica e incluso la surrealista. Digamos, para aclarar el punto, que estas –las ya mencionadas--son fotografías que se valen de una imaginación extrema para comunicar un mensaje, una sensación, una situación, una experiencia o la presencia de un personaje que puede o no existir, estar en el presente, el pasado o en un hipotético futuro. Es la facultad sine qua non tanto de la creación como de la innovación no sólo artística, sino también aplica para las llamadas ciencias duras. 

 Respecto a la fotografía y al surrealismo hay bastante literatura y excelentes ejemplos que fácilmente se ubican en esta línea. A fuerza de ser breves la fotografía surrealista es aquella en la que queda plasmada la posibilidad inmediata de una realidad más real que en la que nos movemos por hacer aparecer, entre otras razones, imágenes sin que en ellas hubiera intervenido lógica alguna, la razón o alguno de sus mecanismos, sociales o morales, de censura e inhibición. En otras palabras, por mostrarnos imágenes que de inicio no estaban calculadas o previstas en la toma original pero que al ser revelada la placa aparecen casi de manera protagónica. Podremos entender las profundas diferencias que existen entre estas fotografías y las citadas con anterioridad al compararlas con trabajos de Brassaï, y, por antonomasia, con los de Man Ray, Dora Maar o Manuel Álvarez Bravo.

 Existe el uso popular de la palabra fantasía que pudiera dar a entender, por sus aplicaciones, que es también terreno fértil para la fotografía. El fantástico mundo de WD; una fantástica ejecución, una travesía fantástica, fantástica(co) mujer/hombre y todas las variantes que puedan ustedes encontrar y que quieran dar a entender que este o aquel personaje, idea, situación o experiencia, se salen de la norma, que poseen características con las que, de común, no estamos acostumbrados a tratar, o que, simple y sencillamente, por su naturaleza, son capaces de sorprendernos. Por su puesto que existe una relación entre la fotografía y la fantasía, pero no en este sentido, sino en uno más profundo que lleva a entender y manejar cierto tipo de fotografía bajo los conceptos del psicoanálisis. En tal sentido el término fantasía se deriva de la palabra fantasma, imagen incorpórea portadora de significados precisos, significados que surgen de la relación del sujeto con sus objetos pulsionales (orales, anales y fálicos). Estas relaciones cumplen con la función de canjear la satisfacción real por una fantástica –una imagen-- pero primitiva y más completa por ser original. En la fantasía, pues, se muestra que existe la posibilidad de huir de una realidad concreta o de un segmento de ella, lo que pone al descubierto la existencia de una frustración; el yo, a fin de protegerse, crea la fantasía con la que idealmente –fantasmalmente-- encuentra la satisfacción deseada, fantasía que por lo general es de esencia erótica. Trabajos que pueden interpretarse de esta manera serían los de Cindy Sherman, pero también los de Alex Prager, Juno Calypso, Robert Mapplethorpe, Sally Man y Miles Aldrige.

 Pero hay mucho más que la simple asociación de la fotografía con conceptos como los que aquí hemos expuesto brevemente o cualquier otro que tenga que ver con esa facultad exclusivamente humana que nos mueve a un cierto tipo de creación (la simbólica). Desde mi punto de vista, toda buena fotografía es resultado de esa facultad, de esa capacidad que al activarse es capaz de mostrarnos la escena más común y corriente como si en verdad estuviéramos observando la zarza arder. Para ser una buena fotografía no necesita satisfacer deseos ocultos, ni hacer llover sapos y ranas, o volvernos conscientes de que cualquier escena contiene muchas más imágenes de las que somos capaces de registrar en una mirada, nada de eso o todo eso más la posibilidad de volver a conocer como si fuera nuevo lo que creía ya visto y conocido.

Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.aere2010.wordpress.com
Imagen: juan314.wordpress.com

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