Un poco de histroria

El fondo del Consejo Mexicano de Fotografía obtuvo en el 2016 el reconocimiento de la Unesco.


Esta aclaración debía hacerla hace dos semanas en mi comentario del día 16. Ocho días antes, en el texto intitulado De compras, hice mención a la muestra que Vero Mar presentó en Akadem. Ahí dije que su trabajo lo había realizado con una cámara Nikon Z9, cuando en realidad empleó la Z fc, tal y como me lo hizo ver Mar desde el día de la publicación original. Pido pues una disculpa por mi equivocación y retraso; espero que esta aclaración despeje cualquier malentendido. 

 Al mencionar las ferias de Fotografía en mi columna de hace una semana, incluí a Foto México y la larga historia que tiene en tan corto tiempo de vida, una historia que nace según lo declara el mismo Centro de la Imagen, con la realización del Primer Coloquio Latinoamericano de Fotografía organizado por el Consejo Mexicano de Fotografía, la asociación de fotógrafos más notoria y notable que ha tenido nuestro país. 

 Hace unas semanas al conversar con el fotógrafo Nicola Lorusso, con más de 20 años de estancia en nuestro país, me comentó que como el la entendía la fotografía en México, salvo algunas excepciones, se encontraba aún encerrada en sí misma, recelosa de lo que sucedía en otras partes, apostándole a dos o tres géneros que son los que más prestigio le han dado. 

El Consejo Mexicano de Fotografía fue producto del esfuerzo de Pedro Meyer, quien acompañado por los fotógrafos Lázaro Blanco y Nacho López y los críticos Raquel Tibol y Jorge Alberto Manrique, trazaron, sin asomo de duda y desde su origen el destino del Consejo, así como la finalidad de los Coloquios ya que: “...el fotógrafo vinculado a su época y a su ámbito enfrenta la responsabilidad de interpretar con sus imágenes la belleza y el conflicto, los triunfos y las derrotas y las aspiraciones de su pueblo... --y sentenciaban-- que debía realizar un arte de compromiso (con esa realidad social) y no de evasión.” 

Esa fue, pues, la tónica tanto de los dos Coloquios que llegaron a realizarse en la Ciudad de México en 1978 y 1981, del de la Habana, Cuba, en 1984, y del que ya sólo fue Coloquio Nacional realizado en Pachuca, Hidalgo en 1984. Hay que mencionar que, recientemente, en el 2015, Pedro Meyer, desde el extinto Foto Museo de Cuatro Caminos, llevó a cabo un nuevo Coloquio, con lo que trató de revivir aquellas experiencias, pero, obvio es, el resultado ahora tuvo otra cara y aunque se podría decir fue exitoso y hasta exultante, la prueba de que ya son otros tiempos, está en que no se ha vuelto a repetir bajo ese formato, aunque sí en el de una feria internacional de fotografía como lo es Foto México, que, paradójicamente, arrancó ese mismo año y es la antítesis ideológica de los Coloquios. 

De regreso a los ochenta del siglo pasado, la fuerza y prestigio que ganó el Consejo, convirtió en doctrina sus afirmaciones y declaraciones, de tal suerte que no sólo se convirtieron en la temática de los Coloquios sino de prácticamente toda fotografía que se produjera en México y deseara saltar a los preciados templos del arte, por supuesto, de un arte social. Creo que a esta tendencia es a la que se refería Lorusso y que, a pesar de los pesares, aún prevalece, quizás ya sin el carácter casi oficial que tuvo, pero sí como una aspiración de todo buen fotógrafo, más allá del fifi al que solo le atrae ser artista. 

Una de esas imposiciones nunca dichas pero influyentes en el quehacer de muchos fotógrafos fue el uso de la película en blanco y negro en tanto se despreciaba la de color por ser burguesa (sic). Respaldado por un segmento del poema que Octavio Paz dedicó a Manuel Avarez Bravo en el que afirma que la realidad es más real en B&N, la mayoría de lo que se produjo en ese entonces y se sigue haciendo ha sido monocromo. Si a esto se le añade una temática social --la que sea-- entonces se estará en presencia de una auténtica fotografía mexicana, con el plus de que se hermanará con el resto de la producción Latinoamericana. Creencias e ideas que se fortalecieron gracias al prestigio de la fotografía cubana.

 En una visita a la Habana, pregunté a un grupo de fotógrafos porque habían seleccionado al B&N para llevar a cabo su trabajo. Yo esperaba me recetaran un rollo programático acerca de su eficacia y superioridad en la lucha de clases, pero con lo que me encontré fue con que así lo habían venido haciendo simple y sencillamente porque a la isla, entre tantas otras cosas que escasamente llegan, se encontraba el equipo, los químicos y el papel para trabajar en color, así que era mucho más caro que el B&N o simplemente no se podía acceder a él. Qué tiempos aquellos Sr. Don Simón, para otros, simple y sencillamente, una aburrida historia ya superada por fortuna.

Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.arte2010.wordpress.com
Imagen: noticias.canal22.org.mx

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