REVOLUCIÓN CULTURAL.
El pasado día 23, murió en la ciudad de Nueva York el fotoperiodista chino Li Zhensheng (1940). Quizás su nombre no nos sea muy conocido, pero es uno de los grandes ejemplos de entrega, fidelidad y respeto al ejercicio de un oficio.
Zhensheng trabajó en el oficialista Heilongjiang Daily, cubriendo las actividades de la Revolución Cultura (1966-1976). Desde esta posición tuvo oportunidad de testimoniar las atrocidades, crímenes e injusticias que supuso la renovada presencia del presidente Mao Zedong y con la que pretendió erradicar de China todo rastro de cultura burguesa, así como de historia, tradición y costumbres previas a la revolución popular que encabezó (suena tristemente parecida a otra historia que conocemos mejor); una excusa, por otra parte, para justificar el fracaso de su política del Gran Salto, que llevó a la muerte a millones de chinos.
Juicio público. 1967
Pronto el joven fotorreportero se dio cuenta del absurdo y falaz de este movimiento, por lo que decidió continuar con su trabajo oficial, pero simultáneamente registrar clandestinamente todos los sucesos que llegó atestiguar. Formó de esta manera un archivo de más de 20,000 imágenes que son, probablemente, el documento más fiel y completo de la crueldad con que se aplicaron dichas políticas.
Desde 1982 Zhensheng fue profesor de periodismo en la Universidad de Pekín, y no fue sino siete años después, a raíz de los sucesos en la Plaza de Tianamén (1989), que decidió dar a conocer el archivo que había mantenido oculto. En el 2003, Contact Press Images hizo una primera edición en inglés bajo el título de Red Color New Soldier, leyenda que el periodista llevaba en el brazo a manera de identificación. Desgraciadamente, la muerte y otros factores, le impidieron ver la aparición de la versión en chino de su libro y que se difundiera en su país.
Este trabajo en secreto, poniendo en riesgo su propia vida, nos habla precisamente de los valores de una persona que creyó en el poder objetivo e imparcial de la fotografía y más en su aplicación a un medio de comunicación como lo era en su momento la prensa. Su entrega a estos ideales, como la de muchos otros, las imágenes que han capturado y seguirán captando, permiten mantener viva la débil luz de una autentica fotografía documental.
MADAME d’ORA.
Autorretrato, 1929
La austriaca Dora Kallmus (1881-1963), mejor conocida como Madame d’Ora, es una de esas fascinantes mujeres del fin-de-siècle convertida en fotógrafa (a los 23 años compró su primer cámara), simplemente por la irresistible atracción que sintieron por esta nueva forma de crear imágenes. Ya con una buena fama ganada entre los miembros de la alta sociedad vienesa, (en 1907 se convirtió en la primera mujer en abrir su propio estudio, el Atelier d’Ora,) Kallmus se mudó a París en 1925 a continuar con su ascendente carrera. Ahí se relacionó y retrató a los personajes, artistas e intelectuales del momento, Picasso, Chagall, Leger, Josephine Baker, Colette, Chevalier, etc. Hasta aquí llega lo que podríamos llamar la primera parte de su vida y carrera como fotógrafa. Víctima de la persecución nazi debido a su origen, tuvo que abrir un largo paréntesis en su trabajo. No fue sino hasta 1948 que retoma la cámara, pero esta vez para documentar para la ONU los horrores de los campos de prisioneros y deportados, sin duda conmovida por lo que ella misma había vivido huyendo de los nazis. Esta sería la segunda etapa de su trabajo, como se ve muy distinta a la luminosa primera parte de su trayectoria.
La actriz y bailarina Elsie Altmann-Loos. 1922
Finalmente, del ‘49 a fines de la siguiente década, se dedicará a fotografiar los mataderos de las afueras de París. Imágenes crueles, sangrientas, deshumanizadas, tomarán el sitio que otrora ocuparon cantantes, actrices, damas de sociedad y demás artistas. Podemos suponer que difícilmente pudo superar lo vivido durante la guerra, al grado de, para calmar sus demonios, tener que recurrir a este teatro del horror.
A diferencia de Li Zhensheng, quien uso la fotografía para denunciar los abusos de la época que le tocó vivir, Madame d’Ora, hizo lo propio, también para dejar un testimonio, pero no de lo sucedido socialmente sino en su propia vida.
Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2020.wordpress.com
Imágenes: theartnewspaper.com ; ai-ap.com
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