Mientras preparaba los comentarios a la
exposición de Roberto Ortiz Giacomán en el Centro de las Artes, Sombras en el paisaje, falleció (además
de los maestros Adolfo Mexiac y Gilberto Aceves Navarro) el importante crítico
literario de origen estadounidense, Harold Bloom (1930-oct.14, 2019), autor de
la conocida y controvertida obra El canon
occidental (1994). Lo que sigue son algunos apuntes sobre el planteamiento
principal de esta obra, y que en su momento no pude presentar.
El
término canon, para lo que nos
interesa, tiene dos posibles significados que se entrelazan y complementan. El primero
de ellos es el de regla, o sea, una medida, principio o concepto que define o
establece la proporcionalidad de una parte con el resto de la obra. El segundo
es el de listado que contiene un conjunto de textos u obras canónicas, o sea, ejemplares,
para una determinada disciplina (lo mismo da si es de medicina que de
arquitectura o música). En Bloom ambos significados se funden en lo que él
llama el Canon Occidental, un cuerpo de obras que han definido lo que
llamaríamos la alta cultura en Occidente. Estas obras sirven, por otra parte,
para establecer las relaciones que pueda establecer cualquier nuevo trabajo con
ellas para así saber si pueden o no pertenecer a esa alta cultura, a esa
tradición que aun caracteriza a la cultura occidental, que equivale a su vez, a
decir mundial o internacional.
Mi
relación con el canon, en cualquiera
de estas tres acepciones, es irregular o ambigua. Quiero decir, me parece y
estoy convencido de que es necesario contar con un marco de referencia que nos
permita entender una de las principales formas (la clásica) que ha tomado y
toma nuestra cultura, su desarrollo o evolución, tanto como la o las
oposiciones y reacciones adversas que ha provocado. En este sentido entiendo al
canon como un observatorio desde el
cual podemos asistir al nacimiento de nuevas obras o bien a atestiguar su
efímera existencia. En esta misma línea de pensamiento creo que se echará de
menos la figura de Bloom o de algún otro crítico, capaz de defender, a capa y
espada, un importante “trozo” de nuestra cultura, por más que se le califique
de neoconservador o inmovilista.
Pero,
por otra parte, no puedo dejar de ver en el canon
de Bloom su marcado eurocentrismo y lo excluyente que resulta, así como su
antifeminismo y rotunda negativa a considerar las obras y autores de la
periferia, no sólo geográfica sino también la política, económica, sexual y
religiosa. Es precisamente por los abusos que se cometen y han cometido en su
nombre que se tiene una reacción tan violenta que solo se calma en cuanto se
proclama la muerte del ese canon. Ahora
bien, independientemente del número de veces que se ha celebrado la muerte del
arte basado en el canon, lo cierto es
que una mayor apertura, una mirada y quehacer más frescos, han hecho valiosas
aportaciones técnicas al arte contemporáneo o incorporado nuevos temas inéditos
o prohibidos hace no más de un siglo. Pensemos, por ejemplo, en la
incorporación del mundo digital a la creación plástica y la música, o en temas
como la identidad sexual.
Lo
que sí debería movernos a reflexionar, como se dice más arriba, es que al
margen de cuántas muertes declaradas ha tenido el arte, ya no digamos el clásico,
sino simplemente occidental, la verdad es que continúa y aparentemente como si
nada hubiera sucedido, lo que nos lleva a pensar en que quizás sí exista un canon lo suficientemente fuerte como
para resistir todas sus defunciones. Entonces deberíamos entender al canon más que como regla, como historia;
lo que perdura no son las medidas que sirven para establecer las pautas de
creación en una determinada época, sino más bien la sucesión de obras que se
van concatenando hasta formar una tradición o evolución formada lo mismo de
éxitos que de fracasos, de propuestas y antítesis, de verdades y mentiras.
Finalmente, quizás el canon tan solo
sea un componente más de este mundo contemporáneo cada día más occidentalizado.
Publicado inicialmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen: www.culto.latercera.com
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