La fotografía en México

La imagen fotográfica más antigua que conocemos de México, es un daguerrotipo que muestra una panorámica del puerto de Veracruz, allá por 1839-40, producto de la curiosidad que el procedimiento debió provocar, como en muchos otros, en el grabador francés avecindado en la capital del país, Jean Prelier Duboille. De entonces a la fecha ni visitantes ni nosotros hemos dejado de hacer fotografías de un país que nunca termina de conocerse y de asombrar.

            Mostrar una mínima parte de esa ingente cantidad de imágenes a la par de su historia, parece ser el objetivo de la exposición Memoria fotográfica de México, abierta al público el pasado miércoles 24 del presente en el Museo del Obispado, mejor dicho, en el Claustro del antiguo palacio del obispo Verger, ya que el resto del museo se encuentra cerrado por restauración, adecuación y/o renovación. Se trata de una muestra aparentemente armada hace más de un año para conmemorar los 40 años de existencia de la Fototeca Nacional (que por cierto el próximo año el INAH celebrará su octogésimo aniversario), de hecho, se trata no de una muestra sino de varias que se ya se han y se presentan en diferentes espacios del país, desde el Metro de la Ciudad de México, hasta la Universidad Autónoma de Tamaulipas, por ejemplo. Son, si no conté mal, 36 reproducciones de gran formato, producidas a partir de los originales que la Fototeca Nacional conserva en sus archivos, representan un período de tiempo más o menos de un siglo, es decir, de mediados del XIX a los años cincuenta del siguiente siglo, distribuidas en 5 grandes temas o géneros, el paisaje, el retrato, la arquitectura, la arqueología y la vida cotidiana. Cada uno de ellos está ilustrado por una serie de imágenes que son representativas del género y de la propia historia de la fotografía en México, e incluso, para los más exigentes, se puede hacer un seguimiento de las técnicas fotográficas empleadas a lo largo de la historia, desde el daguerrotipo, pasando por la albumina, el ambrotipo, la placa seca de gelatina o la película de seguridad, lo que habla, por su parte, del trabajo realizado por la Fototeca Nacional, en el sentido de no sólo conservar, preservar y consolidar, los originales, sino también de dotarlos de una mínima identificación que incluye, por supuesto, la técnica mediante la cual se obtuvo la imagen.


            Aunque, como he dicho, cada uno de estos grandes temas está ilustrado por imágenes que son representativas del mismo, hay en cada uno ellos, una fotografía que, según mi propia apreciación, destaca del resto, así por ejemplo en el género del Paisaje no se puede dejar de mencionar el trabajo de Hugo Breheme; en el de Arqueología destacan las imágenes de Teoberto Maler, del siglo XIX, un fotógrafo y explorador de la zona maya, que es poco conocido, pero al cual se le deben las imágenes más sorprendentes de las ruinas mayas tal y como fueron conocidas, descubiertas, después de cientos de años ocultas por la maleza. En el género de la Arquitectura, por supuesto que las imágenes de Guillermo Kahlo se distinguen por su precisión y nitidez, lo mismo que las del francés Alfred Briquet, quien debió haber sido su más cercana competencia. Por lo que hace al Retrato no nos podemos sustraer del encanto que poseen los provenientes del estudio de Cruces y Campa, y, finalmente, en lo que toca al tema intitulado Vida Cotidiana, las imágenes aquí presentadas de Manuel Ramos, sobresalen por la selección de los momentos que decidió fotografiar para mostrar cómo era y qué pasaba en la ciudad.

            Sin duda el paseo al viejo Obispado sigue siendo, entre propios y extraños, atractivo, quiero pensar que esa es una de las razones por la que se decidió solicitar esta muestra ya de otra manera estaría cerrado el museo, perdiendo a los visitantes que suben a conocerlo y ver la ciudad a sus pies, visitantes que sí había viendo estas reproducciones, lo cual siempre da gusto. Es de dominio público que este Museo, el del Obispado, depende del INAH, es más, el Instituto no sólo se encarga del Museo y el inmueble en sí, sino que ésta una de sus delegaciones regionales. Del mismo depende el SINAFO, o sea, el Sistema Nacional de Fototecas, a este sistema pertenece la Fototeca de Nuevo León, la que para muchos es la segunda en el país (por la cantidad e importancia de las piezas que conserva), es lógico penar, entonces, que en exposiciones como esta se contara con la participación de la fototeca local, quizás para complementarla con ejemplos de aquí mismo, que los hay, y muy buenos. Pero ni en los créditos llega a figurar, me imagino porque nada tuvo que ver con su organización, producción y montaje.

Según mi opinión, qué lástima pues se pierde un buen momento para mostrar lo que hay aquí, e incluso para ser tomados en cuenta en subsiguientes muestras de este tipo, pues la historia de la fotografía en México, como bien lo saben, no está depositada en Pachuca, sino que se preserva en todas las demás Fototecas del país, públicas y privadas, por lo que todas deberían tener la misma oportunidad de figurar en la o las presentaciones de la historia de la fotografía en nuestro país.

Publicado originalmente en Milenio DIario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com


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