Fotografía e identidad (II)



Me comenta un amigo que la exposición Estructuras de Identidad. Fotografía de la Colección Walther, que se presenta en el MARCO, es, según la entiende, más que una simple muestra o ejemplo de los fondos o material con que se ha armado aquella –la colección—sino que, a diferencia de las exposiciones que hemos tenido de las colecciones del Deutsche Bank, o de la Fundación Cultural Televisa, ésta –la actual del MARCO—es como si fuera un clon, una réplica aunque obviamente de menor tamaño, de lo que es la Colección en sí; en otras palabras, lo que aquí se exhibe es lo mismo que se vería en cualquier otra exhibición (con más o menos ejemplos). Y es que todo en ellas –exposición y Colección—está pensado con un mismo fin, el de estudiar, discutir, difundir, la manera o maneras en que la imagen ha contribuido y contribuye en la definición de la y las identidades. Qué la imagen que han seleccionado para lograr este fin sea la fotográfica es un tema que espero esbozar un poco más adelante.

            La semana anterior decía que, entre otras cosas, esta muestra-colección nos enseñaba a ver fotografía toda vez que permitía comprobar que no es lo mismo mirar sólo una que verla como parte de un conjunto mayor o de una secuencia. Al ser conscientes de ello, las fotografías individuales y/o en serie adquieren un nuevo significado, o mejor dicho se les agrega uno nuevo, uno más, lo que permite comprender, aparte, porque, entre otras muchas cosas, la fotografía es polisémica.

Thomas Ruff. Untitled Portraits. 1981-1986

            Otra línea de aprendizaje trata sobre qué es el retrato fotográfico, género que es uno de los pivotes centrales para hablar de identidad en esta Colección. Pero no sólo se trata de ir observando retratos y quizás su evolución o la manera en que se le interpreta en el África o en Europa, de hecho, se puede obtener más si nos damos cuenta de que la exhibición ha sido colgada con distintas intenciones, una de ellas el que se hagan comparaciones y/o se establezcan contrastes. Por ejemplo, en un muro tenemos la amenazante Familia de Avedon y frente a ella, casi como burla, a quienes protagonizaron la ocupación de Wall Street en el 2011, retratados por Accra Shep, y en la esquina opuesta a los jóvenes, casi autómatas, de Thomas Ruff. El tener la posibilidad de ver todos estos retratos uno al lado del otro, no sólo nos lleva a adentrarnos en la morfología del retrato, sino también a comprender que estos –los retratos—no sólo se ejecutan con la finalidad de conservar una efigie o lograr una identificación, sino que llevan, entre otras variables, las intenciones, conscientes o no, de quien hace el retrato, del que fotografía al o a los sujetos en cuestión.


            Retratar a alguien, o sea, reproducir su fisonomía, es una actividad casi tan vieja como el hombre, sin embargo, con el paso del tiempo han cambiado y cambian los requisitos o pautas para aceptar que en la representación está la figura, los rasgos físicos de tal o cual persona. Con la aparición de la fotografía, hacerse un retrato, privilegio reservado para las elites, se democratizó pues a partir de 1839 prácticamente cualquiera pudo hacerse uno. Pero la accesibilidad no fue lo único que trajo consigo la fotografía también el espejismo de su objetividad, por lo que los retratos obtenidos a través de ella, se pensó, eran totalmente fieles, copias al carbón del personaje real, por lo que se convirtió en el medio ideal para identificar a las personas, para conocer cómo eran, cómo son. No puedo detenerme en este punto, pero sí decir que esta es una de las razones de por qué se seleccionó la imagen fotográfica como eje de la Colección. No hay que olvidar, por otro lado, que durante el mismo siglo XIX se institucionalizan como ciencias autónomas la Antropología, la Etnología, la Sociología, disciplinas que de la mano con la fotografía se dieron a la tarea de ilustrar la variopinta especie humana, más con fines de conquista que científicos.


Fotógrafos no identificados. Escaneo de tres álbumes fotográficos. ca.1880


            El XIX es el siglo del capitalismo imperialista. Fundar o conquistar colonias, fue exigiendo un conocimiento cada vez más preciso del lugar que se anexaría, lo mismo de sus riquezas naturales y orografía, que, de sus gentes, sus habitantes, su cultura. No es casualidad pues, como se ve en la exhibición, que del África tengamos tantos ejemplos de fotografía del XIX, es ahí donde confluyen casi naturalmente la fotografía, la naciente antropología y las necesidades coloniales. Lo apunté más arriba, el que se haya seleccionado a la imagen fotográfica para establecer el eje que recorre a la Colección Walther no fue capricho, es a partir del siglo XIX, cuando encontramos los mejores ejemplos de cómo la imagen fotográfica, fotoquímica o mecánica, fue construyendo una identidad para buena parte del continente, de sus habitantes.

            No quisiera terminar estas líneas y dejar atrás esta extraordinaria exhibición, sin hacer mención a los vídeos y proyecciones que forman parte de ella, destacan, desde mi punto de vista, los de Grace Ndiritu, Still Life: Lying Down Textiles y la película del chino, Yang Fudung.

Grace Ndiritu, Still Life: Lying Down Textiles. 2007-007


            De esta exposición y Colección se pueden decir muchas otras cosas, espero que su visita anime a todos a continuar con el diálogo, pues éste, igualmente, contribuye a formar estructuras de personalidad.

Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen de la entrada: Seydu Keïta. Untitldd Portraits. 1952-58


Comentarios

Entradas populares